El ritmo que llevamos, los ritos que celebramos, las cumbres que tratamos de ascender, el impacto emocional que intercambiamos, los paisajes abrumadores, la fauna y flora salvaje, los momentos de reflexión y cierre o la sensación de gratitud son sólo algunos motivos de por qué lo hacemos. Montsent de Pallars. Lo que la naturaleza nos enseña
Cuando todo va bien, todo va bien. O al menos esa es la impresión que me llevé de una jornada en la que el sol nos sorprendió ya despiertos, con el propósito compartido de ascender el Montsent de Pallars (2.883m), en la escondida y tímida Vall Fosca. Y es que madrugar suele jugar a favor de quien lleva el tiempo justo, ver salir el sol es un estímulo simple y a la vez potente, sobre todo para quien ha dormido lo suficiente.
En la reunión de la mañana, antes de partir, Montse nos deleitó con su ya tradicional café. Es uno de esos ritos que van acompañados de connotaciones como el servicio, la predisposición, el compartir algo. Los ritos, como –en nuestra cultura- el de dar la mano, la “cañita” después de un día de trabajo o de una buena montaña, bendecir la mesa (en algunos credos), gestos intencionados antes de competir para algunos deportistas, tienen el poder de generar un clima, un ambiente intencionado. El de nuestro termo de café aportó predisposición, alineación, equipo. Tras él abordamos los primeros pasos en sombra desde el embalse de Sallente (1.774) hacia el camí de Pigolo…
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